Avenida Santa Fe y Agüero.
Una hilera de árboles protegidos por sus canteros con flores
de papeles de caramelos.
Es diciembre.
¿Cómo están?, les preguntan los libros
que debo entregar en un negocio.
Aquí estamos, y despliegan su entusiasmo
convirtiéndose en percheros
de los que cuelgan bolsitas con menudos y pañales,
cáscaras de manzana y flores secas, muebles y cartones.
Y encuentro un regalo antinatural de lo que son sus frutos:
una puerta de ropero infantil con un muñequito pintado.
Cuantas más cosas transporto,
más fuertes se hacen mis pasos
en el silencio de la ciudad.