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Hay gente que de tanto goce con la lengua fisura la gramática y por ahí, por esas grietas en el asfalto común de la lengua, empiezan a brotar yuyos, niñas perversas, mellizos idiotas, sátiros de ensueño y de verdad, señoras que se hacen la justicia y se sientan por fin a festejarse con la damajuana propia, díscolas por aquí y por allá, calenturas padre y madre e hijos, mitos desmitados, ahogados de amor idiota, pavorosos restos de carnaval, odas a árboles amados y naturaleza medio humana y medio animal que abriga y desquicia y mata. Y podría seguir enumerando. Pero sobre todo brota la sorpresa, la alegría que da la literatura cuando está viva y corre libre y salvaje. Salud y larga vida a Victoria Baigorrí, una escritora del carajo. Gabriela Cabezón Cámara
