¿Quién no se enamoró, alguna vez, de una ruta cerrada? La lucidez le habla a lo imposible y a la existencia con la sensibilidad que tiñe el mundo de belleza y empatía. En este poemario, Matías explora la incomprensión que habita cada cuerpo, nos muestra con delicadeza la importancia de transitar: "miraría las estrellas las arrugas de mis manos/ trazaría con ellas el camino".
Al hacer, por ejemplo, que las nubes se conviertan en sábanas, trae la atmósfera del afuera puertas adentro, invitando a sabotear lo impuesto desde la observación. Su poesía es eso: pequeñas revoluciones que buscan alcanzar grandes verdades.
En un tiempo que nos fuerza a aprender la incertidumbre, donde la muerte también es cosa de jóvenes y el desafío es cuidar la inocencia, el poeta es, por momentos, categórico: "nadie puede entender las infancias / cuando son ajenas".
El poemario propone un viaje de fronteras y rutas, de interior y exterior, de presente y futuro.
Nos señala la lucidez de hablarnos a nosotrxs mismxs con la compasión necesaria para ir detrás de las preguntas. Una invitación a repensar lo que viene y también lo que hay, en donde la mirada fresca y activa de Matías es un continuo pasaje de aventuras posibles. - Victoria Zerdá.