Es indudable:
en estos tiempos felices,
la ballena sería un algoritmo
un engendro de cartón y lata
o plástico número
seis.
Pero el capitán insiste en su proeza:
no le importan los juicios adversos
ni las toxinas del mar.
Insiste:
“poema es una rima de ballena”
pero no avala el gesto
y, por eso, triunfa.
Nosotros en cambio
rendimos culto a los animales
y separamos en otro rito
el plástico cinco del plástico seis.
Somos azules
y ya no leemos poemas.
Si nos dejaran
lo mataríamos capitán,
no tenga dudas.
Si nos dejaran.